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Volver a tener sexo después de parir

Cuando tuve a mi bebé, no hubo duda de que entre la episiotomía, el globo vesical que no me dejaba orinar, la INCONTINENCIA URINARIA que me duró 2 meses y las hemorroides, no me quedaba lugar para pensar en volver a tener relaciones sexuales. Digamos que la “zona” estaba arruinada, como después de que pasa un tsunami y hay que volver a reconstruir todo. El obstetra me dijo que después del parto era recomendable dejar pasar 40 días hasta volver a retomar la vida sexual y usar lubricante. ¿Cómo?, me dio más pánico todavía. 

Lo peor de todo es que a pesar de no dormir y de que mi vagina se estaba reconstruyendo (por decirlo de algún modo), las ganas de tener relaciones aparecieron más o menos a los 15 días y se fueron haciendo cada vez más intensas. Yo le preguntaba a mi pareja hasta cuando iba a aguantar y gracias a la vida, me decía que él iba a aguantar lo que fuera necesario. Creo que eso fue clave para sentirme contenida en ese momento y quitarme presión de encima, lo cual solo hizo que mis deseos se acrecentaran más. 

Hacia el día 19 hablamos seriamente de tener sexo por insistencia mía e ideamos un “plan” de cómo concretarlo. Ya se me habían caído los puntos que me había hecho el médico, por lo que la zona estaba cicatrizada según corroboré con él. Lo primero que hicimos fue comprar preservativos porque habíamos escuchamos mil historias de mujeres que quedaron embarazadas ni bien parieron por no haberse cuidado, pensando que mientras se amamanta, una no puede quedar embarazada. También charlamos de que y como hacerlo e ideamos una palabra clave para “abortar” la operación en caso de que todo saliera mal. 

Hacia el día 21 lo intentamos. Todo fue como una película en cámara lenta interpretando las sensaciones que producía en mi cuerpo cada movimiento de ambos, como si fuera una intervención quirúrgica de alta complejidad. Este modo de proceder se repitió las siguientes 3 veces que tuvimos relaciones, hasta que corroboramos que yo estaba bien, que nada dolía y que nada se iba a romper. Por lo cual, de algún modo volvimos al ritmo que teníamos antes de tener a Dr. Pipino, con la diferencia de la frecuencia, que debo decir que sí se vio alterada por la aparición del nuevo integrante de la familia. 

En conclusión, fue vital el que pudiéramos hablar del tema y poner en palabras las necesidades, miedos y expectativas de cada uno. Creo que lo más valioso fue sentirme esperada, contemplada y entendida por mi pareja; ese nivel de empatía de él hizo que mis ganas de retomar la vida sexual se vieran acrecentadas rápidamente. 

¿Y a vos qué te pasó en relación a este tema?

En la búsqueda

Creo que en la vida no hay nada más ansiógeno que buscar un bebé. En mi caso me pasó que tomamos la decisión de buscar a Dr. Pipino algunos meses antes de finalmente quedar embarazada. 

Como yo ya había tenido un aborto, lo primero que hice fue realizar todos los estudios de rutina que me encargó la ginecóloga para descartar que tuviera algún problema que impidiera llevar a termino un embarazo. Cuando los resultados dieron todos ok, a instancias de ella, comencé a tomar ÁCIDO FÓLICO, que al parecer es sumamente necesario para evitar defectos congenitos en el feto. Así lo hice y al mes de tomarlo, con mi pareja dejamos de cuidarnos. 

No se porque tenía la certeza de que ese primer mes iba a quedar embarazada… error!, cuando me vino mi período menstrual me sentí sumamente decepcionada y triste. Yo ya había intencionado al universo el embarazo y el universo no me lo estaba dando. Al segundo mes bajé un poco la expectativa y mi período volvió a venir, ahí directamente me enojé y me dije a mi misma que la vida me estaba tomando el pelo, por lo tanto aflojé. Las cosas de las cuales me había restringido para no dañar al posible feto: café, keppe crudo, alcohol, etc. las retomé, total no podía estar viviendo a la sombra en un posible ser que no existía. 

Y el tercer mes, creer o reventar, cuando solté el control de todo y ni siquiera me acordaba de quedar embarazada, se me demoró el periodo menstrual; comencé a tener los mismos síntomas que con el primer embarazo: cansancio, sueño, ganas incontrolables de comer pasas de uva (que horror!!!!) y finalmente ganas de vomitar por las mañanas, todo lo cual dio cuenta antes de que llegara al test de embarazo de que finalmente ESTABA EMBARAZADA!. Y ahí no lo pude creer, me reí de mi misma y del universo, de cómo éste muchas veces hace lo que quiere conmigo. 

En conclusión, entendí que pasa lo que tiene que pasar y que por más que organice, saque cálculos y planifique, la vida muchas veces tiene otros tiempos y otros planes más allá de mi deseo, ansiedad y expectativas y que todo llega en el momento que tiene que llegar!

Y en tu caso, ¿cómo es/fue la aparición en este mundo de tu bebé?

Colecho sí o colecho no

Una de las principales preguntas que todo mi entorno me hizo mientras estaba embarazada, era si una vez que mi bebé naciera lo iba a poner en la cama conmigo y con mi novio o no. Lo cierto es que nunca se me pasó por la cabeza ponerlo en la cama, primero porque lo imaginaba muy pequeñito y frágil (y en mi imaginación pensaba que lo íbamos a aplastar tanto el papá como yo) y por otro lado porque me imaginaba que también sería incómodo para nosotros, los adultos, tener que dormir con semejante presión en la cabeza. 

Lo cierto es que al nacer fue directo al moisés que tenía al lado de mi cama. Cada vez que lloraba (cosa que hacía cada 20 minutos), me tomaba el trabajo de levantarme e irme al comedor a darle la teta/ mamadera y acunarlo hasta que se quedara dormido. La verdad es que no tenía ganas de hacerlo, recuerdo que el cuerpo me dolía y pesaba por el puerperio y la falta de sueño muchas veces me hacía tambalear las piernas. Aún así jamás lo puse en mi cama. 

Al mes de nacido nos dimos cuenta que entre que el nene tenía el sueño liviano y nosotros roncábamos, nos despertábamos mutuamente. Él cuando se movía me hacía saltar de la cama y nosotros, papá y mamá cuando roncábamos lo despertábamos a él. Así que al mes tomamos la decisión de mandarlo a dormir a su cuna funcional en su cuarto. Como sabemos que no es lo aconsejable, los pediatras recomiendan que esto se haga a partir del 6to mes de vida para disminuir el riesgo de muerte súbida, dejábamos la puerta abierta de nuestra habitación y la de él (que estaban pegadas) por si emitía algún ruido y teníamos que salir en su auxilio.

Debo admitir que siempre tuve miedo hasta el año de que sufriera de muerte súbita,  pero lo pasé a su cuarto porque “sentí” que era lo mejor para los 3. Hoy no me arrepiento, aprendió a dormir solito y pude lograr algo de descanso reparador por la noche para tener más energía durante el día, dedicarle tiempo y entusiasmo a la tarea de maternar. 

Y vos, ¿hiciste colecho o no?, contame tu experiencia. 

P.D.: ante cualquier duda respecto al colecho no dudes en consultar con tu pediatra que es quien mejor te puede asesorar al respecto. 

Yo me induje el parto

A varios años de haber tenido a mi bebé, esta para mi, sigue siendo una de las decisiones más controversiales que he tomado. No estoy arrepentida pero tampoco estoy 100% convencida de lo que hice. 

La cuestión es que mi embarazo venía bien, ya en la semana 38 Dr. Pipino tenía los órganos desarrollados y el peso necesario para nacer, así que me emocioné y comencé a esperarlo. Sin embargo, en la consulta obstétrica de la semana 39 (un día martes), me comunicó que el viernes salía de vacaciones por dos semanas, ergo: no iba a estar para mi semana número 40 y por ende la probabilidad de que tuviera a mi bebé con él se cayó por el piso. 

Eso me dejó en una situación súper vulnerable, porque a todas las inseguridades que tenía respecto al parto se le sumó que ahora encima con el profesional que había cursado el embarazo, el que presenció el crecimiento de mi bebé y me acompañó durante esos 9 meses, en el momento más esencial de mi vida NO IBA A ESTAR. La mezcla de emociones fue incalculable, siendo preponderantes la ira, el enojo y la frustración.

El tema es que amén de sus vacaciones, que claramente no iba a postergar por nosotros, el bebé iba a tener que nacer, así que muy inocentemente le pregunté cuáles eran las opciones que teníamos. Él me contestó que eran dos: la primera era esperar a entrar en labor de parto y ser atendida por su colega obstetra, una mujer a la cual había visto dos veces de paso por su consultorio, a quien no conocía y por ende no le podía tener confianza. La opción dos era programar el parto para la fecha que nosotros quisiéramos e inducirlo con oxitocina para que él me atendiera antes de irse de vacaciones. En ese momento me nublé, claro está que como el médico dejaba de atender el viernes, si optábamos por la opción B debíamos comunicarselo en ese mismo momento para que arreglara la parte administrativa con la obra social. Optamos por tener el bebé con él y programamos el parto para el día jueves.

Acá es cuando se me viene el mundo abajo pensándolo en retrospectiva. El parto salió divino, entre que me interné y tuve al nene pasaron 4 hs. solamente y lo tuve por parto natural, así que lógicamente terminé cansada pero no agotada físicamente. Sin embargo no dejo de preguntarme, ¿habré hecho bien?. Yo se que inducir el parto es una práctica común más que nada pasada la semana 40, pero a nivel espiritual siempre me quedará la duda si la criatura hubiese elegido nacer otro día. Cierto es que el miércoles anterior al parto había perdido el tapón mucoso, por lo tanto seguramente lo hubiese parido entre la semana 39 y 40, pero no se si exactamente el día en que “programamos” que naciera. ¡Lo PROGRAMAMOS!, ¿En qué momento la vida se convirtió en algo programable?. Inclusive le cambiamos el signo del zodíaco haciéndolo nacer una semana antes. Y por otro lado me pregunto si de todos modos no era el plan de la galaxia que todos estos factores estuvieran interconectados para que el bebé naciera en la fecha que nació.

Lo cierto es que en la actualidad no tengo, y ya perdí toda esperanza de tenerla, alguna resolución respecto a mi accionar. No se si actué bien o mal, lo que si se es que en ese momento de vulnerabilidad me sentí presionada a dar una respuesta sobre uno de los momentos más trascendentes de mi vida. Creo que solo mi hijo, cuando crezca y podamos hablar del tema, me dará la pauta de si mi accionar le pareció correcto, incorrecto o si simplemente no le importa. 

Y tu experiencia con el parto, ¿Cuál fue?

Cada contracción me acerca a vos

Mucho antes de quedar embarazada uno de los mayores miedos que tenía en relación a la maternidad, se refería al momento del parir; no podía ni siquiera llegar a dimensionar el dolor por el que una mujer podía llegar a pasar. Pero por otro lado, me dejaba tranquila el hecho de saber que miles de mujeres habían tenido hij@s antes que yo (algunas incluso tuvieron más de un parto a lo largo de su vida) y habían sobrevivido para contarlo.

Lo cierto es que una vez embarazada ya estaba, como quien dice “jugada” y recuerdo que cada vez que se me cruzaba por la cabeza el parto evitaba ese pensamiento activamente, esto es, pensaba en otra cosa para “tapar” o dilatar un hecho que inevitablemente iba a llegar. Como resultado logré mi objetivo de acercarme al momento de dar a luz sin haber pensado JAMÁS en el parto seriamente. 

Una vez en el sanatorio, cuando comenzaron a pasarme oxitocina por la vía vinieron las contracciones, al principio eran meros dolores como si fueran menstruales, o sea que eran tolerables, pero ya cuando la dilatación estaba próxima a los 5 cm. el dolor comenzó a ser más punzante e intolerable. ¿Qué estrategia utilicé en ese momento?: concentrarme en mi hijo que estaba por nacer. Con cada contracción cerraba los ojos y me imaginaba una parte de su cuerpo a la vez que practicaba una respiración profunda. 

La secuencia era más o menos la siguiente: me venía la contracción, cerraba los ojos, respiraba hondo por la nariz y mantenía la respiración, en ese intervalo visualizaba una parte de mi bebé que estaba por nacer, en una respiración fue un piecito, en otra un pedacito de una pierna, la comisura de los labios, una ceja, un cachete, un brazo, un ojito, etc, etc, etc. Así con cada contracción iba anticipando y “armando” cuál rompecabezas, imaginariamente a ese bebé que estaba llegando. Sabía que cada de ellas, por más espantosa que fuera, me acercaba más a él, a tenerlo en mis brazos, y eso me daba aliento para seguir. Trataba de mantener la respiración varios segundos, luego exhalaba por la boca y solo abría los ojos cuando pasaba el dolor. 

Hubo un instante en que me imaginé su manito sobre la mía y en ese momento me emocioné de verdad, con llanto y todo incluido. Fue un hecho que me hizo conectar con ese pequeño ser que aún era parte de mi y en breve sería un ser independiente y completamente diferenciado. 

Luego con más dilatación vino la epidural e hizo su trabajo en cuanto a bajar el dolor de las contracciones, ya no dolían tanto pero yo seguí concentrada trabajando en mi respiración y en idealizar cómo sería mi bebé. Alerta spoiler: fue mil veces más perfecto cuando nació, de lo que me había imaginado.

¿Y vos qué estrategias utilizaste para sobrellevar los dolores del parto?

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