Cólicos sin fin

Una de las experiencias más dolorosas y espantosas que recuerdo de los primeros meses de vida de Dr. Pipino es el tema de los cólicos. Desde el día en que nació y hasta los CUATRO MESES, sufrimos todos (y especialmente él) este calvario. 

En líneas generales lo que pasaba era que luego de tomar la leche, más o menos 20 minutos después, la pancita del bebé se ponía dura, comenzaba a llorar desesperadamente, se ponía muy colorado y se retorcía apretando las extremidades con una expresión de dolor que parecía no tener fin. Todo su cuerpito se revolvía y no había nada ni nadie que pudiera calmarlo, era para mi una sensación verdaderamente desgarradora que duraba entre 2 y 3 horas y se acentuaba durante la noche.

Rápidamente identificamos que su llanto en ese momento era diferente a otros, este era más agudo, más fuerte y reflejaba mucho malestar. 

Lo primero que hicimos fue consultar a la pediatra para ver que podía estar pasando y nos comentó que se trataba de cólicos. Nos informó que en los primeros meses de vida, más que nada en los varones, es típico que se le infle la pancita de gases y que aún no sepan como expulsarlos, causando mucho dolor. Nos aseguró que no era alergia a la leche (uno de mis mayores miedos), nos recomendó que le hiciéramos masajes circulares para ayudar a aliviarlo y que también practicáramos ejercicios con sus piernas poniéndolo boca arriba y empujando las piernitas hacia su estómago para ayudarle a expulsar los gases. Nada de eso funcionó. 

Al mes, luego de pasar por la internación en neonatología y determinar que mi leche no era suficiente para el bebé, tuvimos que complementar la alimentación con leche de fórmula, lo cual lo llenaba, pero le resultó extremadamente pesado para su pequeño estómago y empeoró el cuadro de cólicos. Recién ahí la pediatra nos dio un medicamento para los gases (la odié por haberse demorado tanto) y nosotros nos instruimos y comenzamos a practicar masajes shantala, pero nada de eso funcionó. 

Cambiamos de fórmula y marca de leche varias veces hasta que dimos con una que parecía afectarle menos a la pancita y nos quedamos con esa. Recé, lloré, me frustré y maldije al cielo muchas veces porque nada de lo que intentaba en relación a los cólicos funcionaba. Una vez inclusive recuerdo que mi hijo lloró 16 hs. seguidas y no hubo nada que pudiéramos hacer para calmarlo. 

¿La solución?, a los 4 meses se le pasó SOLO!. Aprendió a expulsar los gases, contorsionando su cuerpo. Los episodios comenzaron a espaciarse, cada vez el llanto y la duración eran más leves. Si bien yo seguía aplicando todo lo aprendido, con la maduración de su pancita vino el alivio a los síntomas. Fue un gran consuelo para todos, para él porque ya no sufría y para nosotros porque ya no lo veíamos sufrir.  

De esta experiencia aprendí a poner el cuerpo, a estar ahí aún a sabiendas de que no podía hacer mucho para aliviarlo y solo podía acompañarlo en calma, porque si yo me ponía mal o lloraba él se ponía peor. Fue una de las primeras experiencias en las cuales entendí que es mejor estar calmada, aún estando en el ojo de la tormenta.

Hacer tribu

Al nacer mi bebé mi cuerpo y mi mente estaban rotos, tenía un cuerpo que no me respondía como quería y unos arranques a nivel anímico que no se los deseo ni a mi peor enemiga. No se si será por la falta de sueño, el dolor del cuerpo y/o por las hormonas alborotadas, lo cierto es que las primeras semanas de vida de mi bebé (y hasta los 3 meses) fueron las más difíciles de sobrellevar para mí. 

En esa montaña rusa emocional, muchas veces me preguntaba si lo que hacía o lo que pensaba era normal o no y lo peor de todo es que por mí misma no llegaba a ninguna conclusión. Sin embargo, tuve la fortuna de tener a una de mis mejores amigas embarazada al mismo tiempo que yo y habiendo parido nuestros bebés con 4 días de diferencia. Con ella hicimos tribu, esto es, nos llamábamos, mensajeábamos o juntábamos a charlar la diferencia entre la maternidad idealizada y la maternidad real; charlabamos acerca de los dolores corporales; de estrategias para dar la tetita sin sentir que nos estaban sacando un pedazo del cuerpo con cada succión; de las reacciones, muchas veces erráticas, que teníamos con nuestra pareja en el puerperio, etc. Hablamos de TODO. 

Cuando una se caía emocionalmente, la otra estaba ahí para sostener y hacer saber que era normal el cansancio, la frustración, las emociones fluctuantes y las reacciones ante el nuevo rol de interponer otra vida y otras necesidades muchas veces a las propias. Nuestro repertorio incluía desde ir a la plaza con los bebés, ir a tomar un café con los niños, mandarnos mensajes a las 3 de la mañana mientras estábamos dando la teta y queríamos dormir, etc. Principalmente ESTAR. Y así lo fuimos llevando, dementes, desarmadas, deconstruidas, nos fuimos configurando y fortaleciendo mutuamente en la tarea de maternar, con una mirada amorosa, sin juzgar y más que nada haciéndonos compañía.

Es que cuando una se abre a que también hay una lado B de la maternidad, el camino parece ser menos cuesta arriba. Comencé a sentir que no era el único ser humano que estaba pasando por esas situaciones y que de vez en cuando tenía ganas de explotar. Hoy puedo decir que haber elegido hacer tribu fue una de las decisiones más acertadas que tomé en el camino de maternar y que lo volvería a hacer una y mil veces.

¿Y vos hacés o hiciste tribu? contanos tu experiencia.

Yo también tuve un aborto

Creo que este es uno de los temas más sensibles de los que puedo llegar a hablar en este blog. Seis meses antes de quedar embarazada de mi hijo tuve un aborto y fue una de las experiencias más dolorosas de mi vida. 

Un hijo o hija puede ser deseado y/o buscado o no, pero lo cierto es que cuando se materializa, independientemente de cómo haya sido el método de búsqueda… ya está ahí. En mi caso me enteré por los síntomas que tenía: irrefrenable deseo de consumir pasas de uva (que en condiciones normales odio), ganas de vomitar, letargo por la mañana y  sensibilidad a los olores. Esto me llevó a hacerme un test de embarazo de los que se venden en la farmacia, que terminó dando positivo. Se me vinieron todos los miedos e inseguridades encima, dado que en mi caso no lo habíamos buscado. 

Más o menos tres días después comencé una tardecita con dolores como si fueran de ovarios y menstruales y levanté temperatura, cuando fuimos a la clínica me hicieron una ecografía y determinaron que tenía un saco gestacional pero sin embrión. Nadie supo decirme qué pasó, si alguna vez tuve feto y lo expulsé o si nunca existió. Volví a casa con el corazón roto, había perdido un bebé que ni siquiera había buscado y nada peor que perder algo que una ya cree suyo. 

La situación pasó y 15 días después comenzaron de nuevo los dolores de ovarios, esta vez la sensación era como si fuera de contracciones, luego de estar como media hora en el baño con un dolor insoportable expulsé el saco. Tras una nueva ecografía determinaron que mi útero estaba “limpio” y ese fue el fin de la historia. Durante varios meses anduve en piloto automático, iba a trabajar y volvía a casa a dormir, no quería saber nada con nadie. No salía, no comía, no me concentraba, no hablaba con nadie, ni siquiera con mi pareja. Nadie llegó a saber que había estado embarazada porque entre que me enteré de que lo estaba y de que ya no, pasó muy poco tiempo y a decir verdad tampoco tenía ganas de compartirlo. Tardé más de 1 ½ en poder llorarlo, nada tenía sentido. 

Pensaba en la diferencia entre mi novio y yo, si bien los dos habíamos “perdido un bebé” era una pérdida distinta, es que los abortos, sean espontáneos o inducidos, a las mujeres nos pasan por el cuerpo, el dolor, las sensaciones, el miedo, cosas que un hombre jamás llegará a entender. Hablando con otras mujeres (bastante tiempo después) me enteré que muchas hemos tenido algún tipo de aborto a lo largo de nuestras vidas, es más común de lo que me imaginaba y cada una lo vivenció de una manera diferente. Sin embargo todas, absolutamente todas me relataron esa sensación corporal de dolor y pena respecto al aborto. A partir de esa experiencia aprendí a conectarme con las mujeres desde otro lado, sin juzgar a nadie por nada, el aborto de por si ya es doloroso como para que una le tenga que sumar una opinión al respecto. A veces se trata de abrazar, a veces solo de acompañar en el silencio a las hermanas que pasaron por alguna situación similar a la mía. 

Volviendo a mi bebé, no lo llegué a sentir, pero si sentí los síntomas asociados a su presencia/ ausencia y puedo afirmar que fueron muuy dolorosos, a nivel físico y mental. Me quedarán por siempre preguntas sin resolver: de que hubiera sido, si nena o nene, como le habría puesto, como habría sido físicamente, cuando habría nacido, qué carácter hubiese tenido, etc. Eso al día de hoy aún me parte el alma.

4 meses después volvimos a la ginecóloga quien tras realizar todos los estudios de rutina y determinar que estaba todo bien, me dio ácido fólico y comenzamos con la búsqueda. Seis meses después del aborto volví a quedar embarazada y estaba vez tuve a mi actual bebé. Siempre me caractericé en la búsqueda de sentido en el sin sentido del aborto, hoy creo haberme convencido a mi misma que ese primer bebé no estaba en los planes de nacer y que si ese embarazo hubiese progresado hoy no tendría a mi actual hijo el cual amo con toda mi alma. 

Así cuando la gente me pregunta cuántos hijos tengo digo que uno, pero aclaro que tuve 2 embarazos y conforme mi hijo crezca le explicaré también que antes de él hubo otro bebé que no nació. Creo firmemente (y espero) que algún día cuando mi alma deje mi cuerpo, ese bebé y yo nos encontremos en el más allá para darle ese abrazo que en este plano no le pude dar. 

Si pasaste por alguna situación similar a la mía NO ESTÁS SOLA, nos tenemos. Te abrazo con el alma.

Los dientes

Primero y antes que nada quiero decir respecto a los dientes que me siento engañada!. He leído el orden, la cantidad y los meses en los que supuestamente los dientes salen y en nuestro caso la realidad no se correspondío con el ideal, dado que lo único que pareció prevalecer fue el tema del orden (hasta ahora), pero no el resto de las cosas.

Como ya he redactado en la nota del primer diente, el primero que apareció fue el del medio inferior a los 5 ½ meses, sin siquiera esperarlo. Maldito diente que nos dejó en vela a toda la familia durante una noche. El segundo diente, fue el otro dientecito de la parte inferior central que salió a los 15 días del primero. El hecho de que los dientes se “adelantaran” me tomó por sorpresa, el llanto desesperado de dolor, que todavía para ese entonces no sabía distinguir yo y Dr. Pipino tampoco terminaba de definirlo, hizo que me volviera loca. Inclusive al consultarlo con la pediatra me había adelantado que “era muy temprano” para que le salieran dientes, por lo tanto decidí descartar ese posible dolor de inmediato (error de madre primeriza).

Ahora bien pasado el capítulo inicial de los 2 primeros dientes, el segundo par, que se supone que eran las 2 paletas de arriba, los estábamos esperando más o menos para los 9 1⁄2 meses, dado que según dicen aparecen más o menos 4 meses después que el primer par. Pero estos aparecieron a los 11, justo cuando ya estaba empezándome a preocupar de que no le salieran nunca más!!! (exageración también de madre primeriza). Lo loco, y acá viene la mejor parte, es que los que están al costado de la paleta se suponía que iban a tardar un tiempo en aparecer pero llegaron tan solo 15 días después de estos. O sea, que antes del año, Dr. Pipino ya tenía 6 dientes.

Los próximos en llegar fueron los de abajo, al costado de los centrales que salieron a los 13 meses y yo para esta altura ya había parado de contar, hacer cálculos matemáticos y ver el estado de la luna, para saber cuando le iban a salir los próximo dientes.

En conclusión, si ahora supiera lo que se, me aconsejaría a mi misma de:

  • no confiar en nadie más que en mi instinto para imaginar cuando pueden salir los dientes; – que las tablas sirven como estimación, pero lo más probable aplicando la ley de Murphy, es que a mi hijo le salieran cuando la naturaleza quisiera y en el orden que les plazca;
  • que los primeros dientes son los que más duelen porque tienen que abrirse camino entre la carne y el bebé es muy chiquito como para asimilarlo y yo como mamá, muy primeriza como para darme cuenta;
  • que hay que tener paciencia y acompañar sabiendo que es un dolor pasajero;
  • que duele hasta que corta la encía y luego todo vuelve a la normalidad;
  • y sobre todo, que al dolor se lo apacigua con besos, abrazo, caricias y tetita, MUCHA TETITA!

¿A vos te pasó algo similar?; ¿Cuál fue tu experiencia?

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