Hemorroides, globo vesical y episiotomía

Si si, así todo junto como lo leen y en ese orden. Intentaré volver un poco al momento del parto per se. Al entrar a la sala de partos me sentí una multimillonaria, tenía una anestesista, una enfermera, una licenciada en obstetricia, un médico obstetra y mi novio con todas las miradas y atención puesta sobre mí. Decir que me sentía Lady Di era poco. 

Hice mi trabajo, pujé pujé y pujé hasta que el bebé finalmente salió, lo acomodaron sobre mi unos segundo y a continuación pasó algo muy loco, todo el mundo se desvaneció. La enfermera y el papá se fueron con el bebé a hacerle estudios, la lic. en obstetricia se fue a llenar papeles y solo me quedé con el obstetra y la anestesista. El medico me dijo que tenía que coser y “emprolijar” para que me quedara bien el canal de parto, yo en ese momento no entendí muy bien que estaba haciendo pero dije: ok, el sabrá!.

Al rato el médico y la anestesista también se hicieron humo y quedé tapada en un pasillo con el bebé a upa esperando a que algún camillero nos llevara a la habitación; ya había pasado mi cuarto de hora de fama y ahora estaba literalmente “tirada ahí”. Al llegar al cuarto nos estaba esperando mi pareja y una enfermera. Esta última me dió lo que parecía ser una toallita femenina pero de plástico y con hielo adentro y me dijo que me la colocara en mis “partes íntimas” para “desinflamar la zona”. Queeeeeeeeeeeeeeeeeee? era agosto, hacía 5 grados afuera y la señora quería que me lo ponga; claramente le dije que sí, ¡pues ella sabrá!. Automáticamente por el frío me comenzaron a dar retorcijones de estómago y me destemplé, por lo tanto fui al baño a orinar y ahí entendí todo. Era casi tan doloroso como el parto, no podía hacer pis. Me ardía a montones, para colmo me hice tacto y tenía más o menos 7 puntos en esa zona, que cuando me salían mis 3 chorros de orina me ardían como el infierno. 

Volví a la cama. Si bien estaba exhausta, casi no dormí en toda la noche porque el bebé hacía ruidos “raros” (eran ruidos de bebé, solamente que en ese momento yo no lo sabía) y porque cada 20 minutos me daba ganas de ir al baño con el agravante de que cada vez que iba solo hacía 3 gotas. Así estuve 1 ½ días, hasta que una enfermera me dijo: “tenés un globo vesical”. Básicamente es cuando la vejiga se llena de pis y una no puede orinar. Al parecer por el esfuerzo del parto se congestionó “toda esa zona” y es “esperable” que el globo se pueda generar las primeras horas. Me pusieron una sonda (un tubito largo que entra por la vagina y llega hasta la vejiga y me sacaron 2 ½ litros de pis!!!!!! (si, una botella de gaseosa de 2 ½ litros). Me sacaron la sonda, pasaron 6 hrs. más y volví a no poder hacer pis. Me pusieron una nueva e incómoda sonda, que estaba conectada por el otro extremo a una bolsa que se iba llenando de mi pis. Me la dejaron 1 DÍA ENTERO. Me sentía una señora de 70 años que en cualquier momento iba a tener que usar pañales y lloraba y rezaba para que no fuera permanente por la incomodidad que me causaba.

Al segundo día mi hijo ya tenía el alta pero como mi fábrica de pis no andaba me dejaron internada un día más. Finalmente al tercer día el milagro se produjo, mi vejiga volvió a funcionar!!!. Me dieron el alta y volvimos a casa. En la clínica me dieron un talco para “secar los puntos” que me ponía religiosamente cada vez que iba a orinar porque aún me ardía. Ese mismo día me di cuenta que no había defecado desde que tuve a mi bebé pero sí había comido, por lo tanto en algún momento todo eso iba a tener que salir. Sentí el llamado de la naturaleza, fui al baño y amén de que no salió nada, lo que sí sentí fue que mis intestinos se me estaban saliendo. Lo dejé estar. Al cuarto día me desperté con dolor en el ano y cuando fui a sentarme en la silla noté que no podía hacerlo porque me dolía. Le pedí a mi novio que se fijara que me pasaba y textualmente me dijo: “a pero tenés un chinchulín en el cul*”, dando cuenta de que tenía hemorroides externas de tamaño astronómico. Yo comenzé a llorar un poco por el espanto y otro poco por el dolor y automáticamente llamé al obstetra para preguntarle si era normal y que podía hacer. Me dijo que sí era normal (de hecho medio mundo me lo confirmó después) y me recetó una crema “mágica” que hizo que en 2 días las hemorroides disminuyeran su tamaño un 80%. 

Al 5º día me tocó control con el obstetra quien verificó la zona en juego y me dijo que estaba todo muy bien y que la episiotomía estaba sanando!, a lo cual le consulté que era una episiotomía y me dijo que es un tajito que se les hace a las mujeres en el canal de parto para evitar un desgarro. Jamás antes de ese momento me había informado de la existencia de tal procedimiento y me sentí un poco traicionada. Ahí entendí lo que estaba “emprolijando” luego de sacar al bebé. Obviamente que si esto me lo hubiese explicado antes de parir le hubiera dicho que si era necesario lo hiciéramos, pero no me gustó la actitud de no haberlo sabido antes. 

Les cuento todo esto no para asustarlas sino para informarlas de las cosas que pueden llegar a pasar luego del parto, “lo esperable” (como dicen los médicos), que a mi me hubiese gustado saber antes de tener a mi bebé para llegar mejor preparada psicológicamente al momento del pos parto y evitarme tantas sorpresas, miedo y malos entendidos. Bienvenidas al lado B de la maternidad!!!! 

¿Y a vos te pasó alguna historia de terror de estas?

Yo me induje el parto

A varios años de haber tenido a mi bebé, esta para mi, sigue siendo una de las decisiones más controversiales que he tomado. No estoy arrepentida pero tampoco estoy 100% convencida de lo que hice. 

La cuestión es que mi embarazo venía bien, ya en la semana 38 Dr. Pipino tenía los órganos desarrollados y el peso necesario para nacer, así que me emocioné y comencé a esperarlo. Sin embargo, en la consulta obstétrica de la semana 39 (un día martes), me comunicó que el viernes salía de vacaciones por dos semanas, ergo: no iba a estar para mi semana número 40 y por ende la probabilidad de que tuviera a mi bebé con él se cayó por el piso. 

Eso me dejó en una situación súper vulnerable, porque a todas las inseguridades que tenía respecto al parto se le sumó que ahora encima con el profesional que había cursado el embarazo, el que presenció el crecimiento de mi bebé y me acompañó durante esos 9 meses, en el momento más esencial de mi vida NO IBA A ESTAR. La mezcla de emociones fue incalculable, siendo preponderantes la ira, el enojo y la frustración.

El tema es que amén de sus vacaciones, que claramente no iba a postergar por nosotros, el bebé iba a tener que nacer, así que muy inocentemente le pregunté cuáles eran las opciones que teníamos. Él me contestó que eran dos: la primera era esperar a entrar en labor de parto y ser atendida por su colega obstetra, una mujer a la cual había visto dos veces de paso por su consultorio, a quien no conocía y por ende no le podía tener confianza. La opción dos era programar el parto para la fecha que nosotros quisiéramos e inducirlo con oxitocina para que él me atendiera antes de irse de vacaciones. En ese momento me nublé, claro está que como el médico dejaba de atender el viernes, si optábamos por la opción B debíamos comunicarselo en ese mismo momento para que arreglara la parte administrativa con la obra social. Optamos por tener el bebé con él y programamos el parto para el día jueves.

Acá es cuando se me viene el mundo abajo pensándolo en retrospectiva. El parto salió divino, entre que me interné y tuve al nene pasaron 4 hs. solamente y lo tuve por parto natural, así que lógicamente terminé cansada pero no agotada físicamente. Sin embargo no dejo de preguntarme, ¿habré hecho bien?. Yo se que inducir el parto es una práctica común más que nada pasada la semana 40, pero a nivel espiritual siempre me quedará la duda si la criatura hubiese elegido nacer otro día. Cierto es que el miércoles anterior al parto había perdido el tapón mucoso, por lo tanto seguramente lo hubiese parido entre la semana 39 y 40, pero no se si exactamente el día en que “programamos” que naciera. ¡Lo PROGRAMAMOS!, ¿En qué momento la vida se convirtió en algo programable?. Inclusive le cambiamos el signo del zodíaco haciéndolo nacer una semana antes. Y por otro lado me pregunto si de todos modos no era el plan de la galaxia que todos estos factores estuvieran interconectados para que el bebé naciera en la fecha que nació.

Lo cierto es que en la actualidad no tengo, y ya perdí toda esperanza de tenerla, alguna resolución respecto a mi accionar. No se si actué bien o mal, lo que si se es que en ese momento de vulnerabilidad me sentí presionada a dar una respuesta sobre uno de los momentos más trascendentes de mi vida. Creo que solo mi hijo, cuando crezca y podamos hablar del tema, me dará la pauta de si mi accionar le pareció correcto, incorrecto o si simplemente no le importa. 

Y tu experiencia con el parto, ¿Cuál fue?

Cada contracción me acerca a vos

Mucho antes de quedar embarazada uno de los mayores miedos que tenía en relación a la maternidad, se refería al momento del parir; no podía ni siquiera llegar a dimensionar el dolor por el que una mujer podía llegar a pasar. Pero por otro lado, me dejaba tranquila el hecho de saber que miles de mujeres habían tenido hij@s antes que yo (algunas incluso tuvieron más de un parto a lo largo de su vida) y habían sobrevivido para contarlo.

Lo cierto es que una vez embarazada ya estaba, como quien dice “jugada” y recuerdo que cada vez que se me cruzaba por la cabeza el parto evitaba ese pensamiento activamente, esto es, pensaba en otra cosa para “tapar” o dilatar un hecho que inevitablemente iba a llegar. Como resultado logré mi objetivo de acercarme al momento de dar a luz sin haber pensado JAMÁS en el parto seriamente. 

Una vez en el sanatorio, cuando comenzaron a pasarme oxitocina por la vía vinieron las contracciones, al principio eran meros dolores como si fueran menstruales, o sea que eran tolerables, pero ya cuando la dilatación estaba próxima a los 5 cm. el dolor comenzó a ser más punzante e intolerable. ¿Qué estrategia utilicé en ese momento?: concentrarme en mi hijo que estaba por nacer. Con cada contracción cerraba los ojos y me imaginaba una parte de su cuerpo a la vez que practicaba una respiración profunda. 

La secuencia era más o menos la siguiente: me venía la contracción, cerraba los ojos, respiraba hondo por la nariz y mantenía la respiración, en ese intervalo visualizaba una parte de mi bebé que estaba por nacer, en una respiración fue un piecito, en otra un pedacito de una pierna, la comisura de los labios, una ceja, un cachete, un brazo, un ojito, etc, etc, etc. Así con cada contracción iba anticipando y “armando” cuál rompecabezas, imaginariamente a ese bebé que estaba llegando. Sabía que cada de ellas, por más espantosa que fuera, me acercaba más a él, a tenerlo en mis brazos, y eso me daba aliento para seguir. Trataba de mantener la respiración varios segundos, luego exhalaba por la boca y solo abría los ojos cuando pasaba el dolor. 

Hubo un instante en que me imaginé su manito sobre la mía y en ese momento me emocioné de verdad, con llanto y todo incluido. Fue un hecho que me hizo conectar con ese pequeño ser que aún era parte de mi y en breve sería un ser independiente y completamente diferenciado. 

Luego con más dilatación vino la epidural e hizo su trabajo en cuanto a bajar el dolor de las contracciones, ya no dolían tanto pero yo seguí concentrada trabajando en mi respiración y en idealizar cómo sería mi bebé. Alerta spoiler: fue mil veces más perfecto cuando nació, de lo que me había imaginado.

¿Y vos qué estrategias utilizaste para sobrellevar los dolores del parto?

Mamá ahora además de hija es madre

Al estudiar psicología, uno de los temas que primero me enseñaron es que los adolescentes y las mujeres embarazadas son el público más difícil de atender porque corresponden a dos momentos que requieren toda una resignificación de la vida misma, desde el posicionamiento subjetivo, hasta la inauguración de nuevos roles y vínculos. En mi caso no fue la excepción.

Debido a que no fue mi mamá quien me crió, sino mi tía materna (el ser más significativo en toda mi vida), el hecho de ser madre era algo que en un principio me aterraba!. La relación con mi mamá siempre fue muy ambivalente, oscilando entre el amor y el odio, el resentimiento y la comprensión, la culpa y la bronca, etc.

Pasé 7 años de mi vida en terapia con dos analistas diferentes y luego de ese proceso pude descubrir que la falta de vínculo temprano con mi mamá si bien es algo que me marcó emocionalmente, no era algo que iba a definir mi destino. En ese sentido pasé del terror a la simple idea de pensar que la maternidad no era para mí, que eran palabras mayores, algo para lo cual yo simplemente no había nacido. Sin embargo, al conocer al papá de Dr. Pipino y enamorarme perdidamente tuve deseo de ser madre, aún con todos los miedos del mundo y pensando que no estaba preparada (al día de hoy lo sigo pensando).

Cuestión que al llegar a la sala de espera mi pareja fue a hacer los papeles de admisión y me quedé sola con mi pequeño dentro mío, ya haciendo fuerza por salir. Luego de unas horas y ya habiendo dilatado me cambiaron de sala y fui hacia la sala de parto. En ese momento los recuerdos se vuelven medio nubosos, tenía miedo, sentía dolor y estaba ansiosa porque saliera. Me acompañaron la obstetra y la anestesista que resultaron ser las personas más contenedoras del mundo en ese momento.

Al sentarme en la camilla para ponerme la epidural, la anestesista me dijo que respirara hondo, y no se porque, así de la nada se me vino mi mamá a la cabeza y conecté!, conecté con ella y conecté con la vida. Traté de representarme dentro de su panza creciendo, la imaginé a ella misma en la sala de partos 32 años y 7 meses antes sintiendo lo que yo sentí en ese momento, con los mismos miedos, la misma alegría, los mismos dolores y me largué a llorar. Lloré con todas mis fuerzas y desde lo más profundo de mi ser porque en ese momento me di cuenta que la amaba, porque haberme traído al mundo fue el regalo más grande que me pudo dar y porque le iba a estar eternamente agradecida por eso. La obstetra y la médica se miraban y me decían que me tranquilizara, que iba a salir todo bien, no quise compartir el sentimiento con ellas; lo que estaba viviendo y sintiendo solamente pertenecía a mi linaje: a mi mamá, a mi y a mi hijo, tres generaciones unidas para siempre a partir de ese momento.

Fue una sensación tan liberadora, sentir y llorar, que en ese instante la única palabra que se me vino a la mente fue perdonar!, la perdoné por todo, por lo que hizo y por lo que no hizo, entendiendo que el hecho de que me criara mi tía fue un regalo también para mí porque fue justo la persona que pudo atender a mis necesidades tanto físicas como de afecto. Y le agradecí, por haberme traído al mundo, porque ese acto me estaba permitiendo en ese mismo momento tener la posibilidad de dar a luz a mi propio hijo y convertirme en madre.

Algunos meses después le conté del episodio a mi mamá y lloramos juntas, me pidió perdón por el pasado y nos fundimos en un abrazo infinito, en el cual aún siendo una mujer adulta con un hijo, me volví a sentir una niña pequeña, segura en los brazos de su mamá.

¿Y a vos qué te pasó en relación a tu propia historia en el momento del parto?

¿Las primeras visitas en el hospital?

Ya antes de que naciera mi hijo, mucha gente cercana me preguntaba si podría ir a vernos al hospital ni bien naciera mi bebé. Recuerdo inclusive que haciendo el curso de preparto, una pareja le consultó a la partera si el lugar donde iban a tener al bebé tenía “antesala” para recibir a las “visitas” y hacerlas esperar conforme fueran llegando, para luego pasar a conocer a la criatura; también le preguntaron si podían llevar carteles de bienvenida, globos, souvenirs, etc. Con mi pareja en ese momento me acuerdo que nos miramos, con esa mirada cómplice de quien se conoce pero sin decir nada. Yo pensaba: “o soy la peor madre de la galaxia o no me da la cabeza para pensar en esa serie de acontecimientos sociales pos parto”. 

Decidimos entonces que ese tipo de bienvenida ni bien naciera el bebé, no iba a ser adecuada para nosotros. Primero porque yo le tenía mucho miedo al parto y a todo lo que ello implicaba, no sabía si iba a durar 4 o 36 hs., si lo iba a tener por parto natural o cesárea y toda una serie de variables que se terminan de definir solo al momento en que una está en el sanatorio y los profesionales van determinando cómo se van dando las cosas. Así que avisamos a la mayoría del mundo que NO les íbamos a permitir la entrada a la clínica. 

Debo decir que la decisión nos valió el descontento y cuando no, el enojo de varias personas de alrededor, más que nada de los familiares y amigo/as más cercanos, quienes querían compartir el momento con nosotros. ¡No nos importó!, decidimos que era lo correcto. Al nacer Dr. Pipino, si bien fue un parto relativamente corto y “fácil”, me refiero a que fue sin complicaciones, el bebé, el papá y yo estábamos exhaustos. Se me viene a la memoria que yo solo quería comer, hacer pis y dormir, así que desde esa perspectiva la decisión de no recibir visitas fue acertada. 

Como contraejemplo nunca me voy a olvidar que en la sala de al lado había una pareja con una bebé recién nacida a la cual solo llegué a escuchar, nunca vi. Recuerdo que de día recibían una visita tras otra, en esos momentos la nena dormía como un angelito porque estaba aniquilada por los estímulos externos; pero ni bien caía la noche y ya no recibían gente, la bebé se despertaba y se lloraba la vida. Con mi hijo fue distinto, podía dormir, tomar la teta o estar despierto cuando quisiera y yo no tenía la presión de tener que ver como me ponía o que parte del cuerpo se me escapaba ante las visitas. 

Las únicas dos excepciones que hicimos durante los 3 días que duró la internación posparto, fue con mi mejor amiga y el mejor amigo de mi novio, quienes solo fueron a alcanzarnos algo media hora cada uno y en días separados. El resto lo fue conociendo progresivamente, ya más tranquilos en casa y con el correr del tiempo. No me apuré en que fueran todos al día siguiente que llegamos, intenté introducir gente en la vida de mi bebé conforme éste fue conociendo y adaptándose a su nuevo hogar y a su mamá, para no generarle más estrés. 

En conclusión, no me arrepiento de haber actuado así, me dio una tranquilidad enorme el no tener que estar al pendiente de terceros y prestarle toda la atención a mi bebé. 

¿Y vos cómo te manejaste con las visitas en el hospital?

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