Reconociendo tus llantos

No por nada dicen que los primeros 9 meses de la vida de cualquier bebé son los más difíciles. Lo cierto es que poniéndome en el lugar de mi hijo, no ha de haber sido simple nacer y entrar en un mundo lleno de estímulos, códigos y sobre todo humanos por descifrar. Desde ahí el camino ya era sinuoso y si a eso se le agrega la falta de un lenguaje o de un sistema de signos para poder expresar qué es lo que siente, muuuuuucho peor. 

La verdad es que al nacer ningún bebé puede explicar qué le pasa, no solo por carecer de un medio de decodificación simbólica, sino porque además tienen la tarea previa de primero descubrir que está sintiendo para luego ver cómo manifestarlo. Es por ello que los primeros tres meses, por lo menos en mi caso, mi bebé lloraba casi todo el tiempo y no sabía si era caca, pis, sueño, hambre, necesidad de estar a upa y contenido, todo eso a la vez o nada. Por ejemplo si en alguno de esos meses le dolió la cabeza, le picaba el pañal o estaba sofocado por la ropa, jamás me enteré. Yo solo hacía lo mejor que podía acorde a lo que interpretaba de las reacciones y emociones primarias de mi hijo.

Sin embargo con el correr de los meses algo pasó, comencé a distinguir sus llantos!!!. Había llantos de fastidio y enojo como cuando quería la tetita, se ponía colorado y movía todo su cuerpecito mientras lloraba; otras veces el llanto era por cansancio y sueño, ese era más constante e inquieto en general; el peor de todos era el llanto por dolor, que era el más agudo de todos, punzante y transmitía su malestar a quien lo oyese. Se podría decir que no aparecieron de la noche a la mañana, sino que los fuimos descubriendo en diferentes situaciones y momentos, y con el correr de los días se fueron haciendo más y más claros. Afirmo con certeza que ningún llanto hasta después del año de vida respondía a caprichos o berrinches, sino que cada uno tenía su propósito funcional y de supervivencia para mi hijo. 

De este modo establecimos nuestra primera vía de comunicación formal a partir de la cual yo comencé a entender que le pasaba para satisfacer más eficazmente sus necesidades. Claro está que a veces lloraba y yo no sabía cómo calmarlo, pero eso se fue regularizando conforme empezó posteriormente a poder hablar (tuve que esperar 1 ½ años más para entenderlo :S ).

En conclusión hoy puedo asegurar que estar atenta siempre fue, y lo sigue siendo al día de hoy, la clave. Esto no solo redujo la cantidad de tiempo de llanto de Dr. Pipino sino que además nos permitió generar un vínculo de confianza donde él sabía de algún modo, que en el momento que me necesitara yo iba a estar ahí para él, haciendo mi mejor esfuerzo. 

¿Y vos distinguís diferentes llantos en tu hijo o hija?

Los vómitos

Los vómitos son probablemente una de las cosas más molestas y asquerosas que me pasaron en el embarazo.

Una vez leí que el cuerpo siente la presencia del bebé como a un extraño que trata de combatir, como si fuera un virus por ejemplo y que desde que lo detecta (más o menos al mes), hasta los 3 meses (cuando el cuerpo cae en la cuenta que no es un agente patógeno) trata de deshacerse de él arduamente. En este caso el cuerpo adopta la estrategia de tratar de expulsarlo por la boca, pero y acá es donde el falla, dado que como el bebé no entró por ahí, tampoco saldrá por ahí.

En mi caso, el pequeño que estaba fagocitandose de mis entrañas para crecer, fue detectado por mi cuerpo a fines de un caluroso diciembre. Las náuseas arrancaron un día de súbito y sin previo aviso y se mantuvieron durante todo el verano. El principal momento del día en que las sentía era por la mañana, en el intervalo que iba desde que me despertaba hasta que llegaba al trabajo.

Intenté de todo: tomar mucha agua, tomar poca agua, ir a trabajar en ayunas, desayunar de manera abundante, tomar ranitidina, etc. pero nada funcionó. Recuerdo patente la sensación de tomar conciencia a la mañana y sentir la necesidad de expulsar todo de mi interior acompañado con arcadas cada 20 segundos en promedio. Esto sumado a que de lunes a viernes para ir al trabajo debía tomarme un colectivo que solía no contar con aire acondicionado, iba extremadamente lleno (a la altura en que yo me subía estaba literalmente pegada al chofer) y que además por el calor y el movimiento me bajaba la presión y solía terminar mareada, cuando no en el piso. Todo esto significaba un peligro grande de golpearme contra algo o alguien y terminar herida.

Ni que hablar de pedir el asiento, ya avanzado el embarazo lo pedía y me miraban con mala cara, imagínense los primeros meses en los cuales no se me notaba la panza no me lo daban o peor aún no me creían que estaba embarazada (una locura) y me miraban con mala cara.

Por esa época leía foros, le preguntaba al médico obstetra, a mamás que ya habían pasado por lo mismo que hacer pero todos me daban más o menos las mismas soluciones que yo ya había intentado poner en práctica con escasos resultados. Un día, leyendo un foro alguien recomendó tomar una bebida isotónica, de esa que le dan a los deportistas de élite para hidratarlos. Perdido por perdido decidí intentarlo. Compré en el super una botella de 1.25Lts. de sabor manzana y estando en la parada, cuando vi que el colectivo se iba acercando comencé a tomar del pico (a esta altura del partido no me iba a andar con sutilezas de buscar una pajita). Y para mi sorpresa ME FUNCIONÓ!!!.Debo decir que no fue una solución mágica, no es que dejé de tener ganas de vomitar, pero al menos las arcadas eran más controlables y menos continuas.

¿La bebida era barata?, no, pero hasta cumplir los 3 meses decidí INVERTIR en mi bienestar mental y físico y comprarme todos los días la bendita bebida. Hasta al baño iba con mi botellita salvadora!.

Finalmente cumplido el tercer mes (que se me hizo eterno!!!!!) los vómitos y las arcadas desaparecieron, así de súbito como aparecieron y comenzó el segundo trimestre de embarazo que para mí fue el más tranquilo y llevadero de los 3.

¿Y vos tuviste vómitos o arcadas en el embarazo?

No tengo derecho a enfermarme

Bueno, como tener derecho lo tengo, pero el tema es que desde que fuí mamá, mi hijo no me da tiempo ni espacio para poder transitar una enfermedad como Dios manda, lo cual me resulta altamente frustrante y agotador. 

Recuerdo que antes de ser mamá, una vez al año por lo menos me agarraba una gripe fuerte que implicaba no trabajar por varios días, quedarme en cama, tomar bastante medicación, dormir y sobre todo hacer casi nada. En los momentos en que me aburría de dormir podía tirarme en el sillón a ver una película, una serie o simplemente estar con el celular. Mi pareja hacía de comer o yo pedía delivery y santo remedio, unos días después como por arte de magia estaba curada!. 

Sin embargo, todo eso cambió con la llegada de mi bebé. El primer embate lo sufrí con el parto per se, estaba con el cuerpo roto pero las demandas de mi hijo no me daban lugar a descansar y recuperarme. Posteriormente, en todas las oportunidades en que me he enfermado, tampoco ha habido lugar para descansar porque Dr. Pipino aún no sabe cómo acompañar una enfermedad; por lo tanto al percibir que mamá está mal, lejos de alejarse se me pega más como un abrojo, lo cual implica que no me deja hacer nada más que estar con él.

Estimo que desde la cuna (así como yo me pongo mal cuando lo percibo o veo mal), él debe darse cuenta que algo me pasa y por eso quiere estar conmigo. Lo primero que le cambia es el carácter, esos días en que yo no me siento bien, él está más berrinchudo y caprichoso por todo, lo cual en combinación con mi indisposición física y mental, no da buenos resultados. Sin embargo, siendo psicóloga, entiendo que es su manera de empatizar conmigo, de canalizar el malestar que le genera que yo esté así y trato de contenerme para no explotar por los aires (aunque a veces ganas no me falten). 

Lo otro es que quiere estar todo el día a upa, pero no es una upa tranquila y acogedora sino que empieza a revolcarse encima mio (estimo que buscando la posición adecuada) y suele golpearme diferentes partes del cuerpo como ser: pechos, estómago, pelvis, etc. En resumen, no es una agradable experiencia para mi y termino sacándomelo de encima, lo cual genera un nuevo malestar y berrinche. Ni hablar de cuando tomaba la teta y me veía mal, era un dispenser de leche 24hs., no quería largarla por nada del mundo y yo me sentía fatal.

Y en última instancia, como él se siente bien, pretende que le siga el ritmo con sus juegos habituales, que en su mayoría requieren mucho esfuerzo y desgaste físico para mi, lo cual es imposible y con ello viene aparejada una nueva frustración que manejar. En esos días debo admitir que lo primero que trato de hacer es hablarle y explicarle lo que siento. Desde que era bebé lo hice con el objetivo de que algo de todo lo que me pasa pueda comprenderlo a nivel verbal y lo calme. También cuando entiendo que ya no puedo manejar la situación, suelo derivárselo al padre para que lo cuide y por último hago uso y abuso de dispositivos móviles; aunque esta última estrategia es la que menos me gusta porque cuando se pasa mi enfermedad y se los quito, tiene muchos estallidos conductuales que me hacen recordar porque cuando estoy bien no suelo dejarlo al frente de pantallas. 

En conclusión dormir y descansar se volvieron bienes preciados en mi vida a partir de que tuve a mi bebé. Es que la mayoría de las veces lo antepongo a mi propio bienestar, no porque sea la mejor madre del mundo, sino porque por su nivel de crecimiento todavía necesita que esté a su lado para cocinarle, bañarlo y acompañarlo diariamente. Desde el momento en que fui mamá, el dolor y la enfermedad se llevan activamente, haciendo cosas, por más que mi alma y mi cuerpo estén pidiendo retiro voluntario. 

Así cuando la situación se pone muy muy oscura siempre recuerdo mi frase estrella: “el no pidió venir al mundo”, respiro hondo, entiendo que esto es un momento pasajero de mi vida que no durará por siempre y trato de concentrarme en su sonrisa, sabiendo que todo el esfuerzo vale la pena. 

Y vos, ¿podés descansar cuando te enfermás?

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