Odio Mis Zapatillas

Desde que nació Dr. Pipino en miles de foros, redes sociales e inclusive con mi propia pediatra escuché la misma recomendación: “nada de calzado durante el primer año de vida”. La justificación según estuve averiguando se debe a que los bebés experimentan con los pies, a nivel táctil; también conocen su cuerpo, por ejemplo llevándose el piecito a la boca y sobre todo el tenerlos descalzos el primer año dicen que produce un mejor agarre a la superficie del suelo cuando comienzan a andar, se sienten libres y en última instancia se evita que tenga el pie plano.

Obviamente en mi época las cosas eran diferentes, aún habiendo nacido en verano recuerdo en alguna que otra foto tener mediecitas puestas ya en mis primeros meses, pero la ciencia avanza y quien soy yo para contradecirla, así que hice eso, lo mantuve todo el primer año en patas, como corresponde. El problema no fue cuando comenzó a andar en pleno invierno, en el cual hacía 5 grados, un frío de morirse y todo el mundo a mi alrededor me miraba como si fuera la peor madre de la galaxia. El problema fue cuando más o menos al año, después de 2 meses de haber comenzado a andar de manera estable, se me ocurrió sacarlo a la plaza.

De lo primero que me di cuenta es de que no tenía calzado más que algunos pares de medias y un par de zuecos de goma heredados, por lo que me tuve que poner en campaña para averiguar primeramente el número de talle de zapato y luego comprar un par de zapatillas. Del par de zuecos más o menos pude comparar y medir a ojo que tamaño de zapatillas necesitaría. A la hora de comprarlas me decidí por algunas más o menos buenas, en relación a que tuviera buen agarre del piecito para evitar que se caiga, pero tampoco taaaan buenas, porque como crece cada dos por tres no tenía ganas de gastarme un sueldo en algo que probablemente en 2 meses le fuera a quedar chico.

El calzado lo compré por internet porque no conseguía presencialmente en tiendas el modelo que me gustó y cuando llegaron, emocionada y cruzando los dedos se las puse y… eran de su talle (gracias a Dios). El tema se generó cuando solté a Dr. Pipino en el suelo, comenzó a llorar desconsoladamente para que le sacara las zapatillas. Ahí me dí cuenta de que odiaba las zapatillas y en realidad iba a odiar cualquier calzado que le pusiera. Le había enseñado a ser libre y a andar en libertad y ahora lo estaba condicionando y guardando sus piecitos en unas cosas pesadas, duras y que lo hacían transpirar todo. Con toda la paciencia del mundo respiré hondo y se las saqué, me di cuenta de que iba a ser un proceso y que iba a dar para largo, así que idee un plan.

La primer semana, se las puse en casa 2 veces, por un intervalo de media hora en el cual yo trataba de distraerlo con algún juego tipo pelota para que el se olvidara y él por otro lado se agachaba llorando y queriéndoselas arrancar. La segunda semana se las puse 4 veces por semana, media hora con la misma dinámica. A la tarcer semana osé bajarlo al hall del edificio con el mismo resultado nefasto. A la cuarta semana cambié de técnica, lo llevé a la plaza a upa, con las zapatillas puestas y cuando estábamos volviendo a casa lo deposité en el suelo y le di la mano, lloró como siempre, pero me di cuenta de que si algo llamaba su atención o si alguien le decía algo por la calle dejaba de llorar por lo que traté de distraerlo hablándole y mostrándole todo lo que había a su alrededor. Al llegar a casa, le hice upa, lo abracé, le sequé las lagrimitas y lo felicité por el gran trabajo que había hecho.

Al día siguiente lo llevé al parque en el cochecito y llevé su pelotita, lo dejé en el pasto y lloró un poquito hasta que vio a las palomas y comenzó a correrlas con sus zapatillas super feliz e incluso jugó un rato conmigo a la pelota. Desde ese día fuimos saliendo de a poco con las zapatillas, siempre tratando de imitar la rutina del parque; como a las dos semanas finalmente un día se olvidó/acostumbró a que fuera de casa se usan las zapatillas y ya no lloró más. Aún así al día de hoy, en casa es ley que los 2 amamos andar en patas 🙂

Y a vos ¿qué te pasó con el calzado?

Salir caminando

Siguiendo la línea cronológica del posteo: “aprender a gatear” mi bebé pudo dar este importante paso a los 7 meses de vida; a los 8 comenzó a pararse agarrándose de todo lo que tenía a mano: barrales, silla, sillón, gente, paredes, etc. Al principio solo lograba mantenerse algunos pocos segundos parado, perdía el equilibrio y caía, otras veces podía estar erguido y movía la cintura para adelante y para atrás. 

Lo cierto es que durante 3 meses todo fue práctica en este sentido. De todos modos como ya podía gatear, si se cansaba se dejaba caer y salía con las manos y los pies a toda marcha del lugar. A los 10 meses algo pasó, agarrado de lo que fuera comenzó a querer dar pasos. Al principio lo hacía con mucha dificultad porque con cada zancada perdía el centro de sustentación y se caía. Fue por esta época que decidí sacar todo del piso y ponerme yo como persona que lo atajara y almohadón al mismo tiempo. 

La secuencia era siempre la misma: me ponía enfrente de él, sentada en el suelo y me hacía unos pasos hacia atrás, así quedábamos a unos centímetros y yo extendía las manos en su dirección. Él venía hacia mí y yo lo felicitaba por el arduo trabajo de haber podido avanzar. El papá por su lado se ponía arrodillado detrás de él y con sus bracito alzados agarrado a él daba pequeños pasitos. Estos ejercicios se continuaron durante diferentes momentos y horarios y con el correr de los días, digamos a los 10 o 15, logró tener una base de sustentación y un equilibrio interesante y pudo salir andando solo. 

Si tuviera que volver a empezar con el tema del caminar, hay cosas que me ayudarían a no perder el norte, como ser:

  • Los golpes son inevitables, por eso fue importante estar atenta en todo momento, prevenir y acompañar en caso de que pasaran.
  • No asustar al niño sino incentivar, por más de que yo haya tenido miedo que se lastimara la mayor parte del tiempo.
  • Lo mejor es cubrir o estar atenta a bordes filosos de objetos y muebles que lo pudieran lastimar.
  • Descalzo siempre (sin medias), fue lo mejor para que el agarre al piso fuera más preciso.
  • Al comienzo era normal que tuviera la postura de montar a caballo (con las piernas como si fuera una herradura) y que caminara tosco, al estilo Robocop. Eso es parte de la maduración de su columna y piernitas, según la pediatra.
  • Cero andador y cero trípodes para aprender a andar, en charla con la pediatra me dijo que eran más peligrosos por los golpes y que el bebé aprendía a caminar “mal”, con la cintura para cualquier lado, antes de aprender a tener sustentación propia y caminar “bien”.
  • El gateo no desapareció automáticamente, se fue intercalando hasta que un par de meses después de que se largó a caminar ya casi no gateaba porque no lo necesitaba. Lo cual para mi fue un alivio porque significó que las manos ya no estaban en constante contacto con el piso, por lo que todos los gérmenes y bacterias del mismo no iban a parar directamente a la boca. 

Creo que en conclusión, caminar conjuntamente con hablar es una de las actividades que más placer y más alegre puso a mi hijo en el camino de su autonomía. Así que verlo tan contento y feliz no hacía más que tratar de apoyarlo todo el tiempo para que pudiera salir caminando… 

¿Y vos cómo recordás la época en la que tu bebé empezó a caminar?

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